Buenos días a tod@s!
Hoy quiero hablaros sobre un alimento que estoy seguro os
encanta a la gran mayoría de vosotros y que es uno de los protagonistas de la
tan famosa llamada dieta mediterránea: el jamón serrano.
Sin duda, el jamón es el producto alimenticio de origen
español, más exportado y conocido mundialmente.
Este, aparte de estar riquísimo, tiene multitud de
propiedades y su consumo resulta muy beneficioso para el organismo.
Existen varias clases de jamón en función de su tiempo de
curación, de los años de vida del cerdo, de su peso e incluso según el tipo de
alimentación que seguía el animal antes de morir.
Podemos encontrar jamón de bellota, de cebo, de recebo, etc…
Sin ningún tipo de duda y siempre que os lo podáis permitir
(económicamente hablando), recomiendo el jamón ibérico de bellota.
La principal diferencia entre el jamón serrano y el jamón
ibérico (además del precio), es que el jamón serrano posee menos calorías y
grasas que el jamón ibérico, pero por otro lado, también tiene menor contenido
de proteínas de buena calidad.
El jamón serrano es una gran fuente de vitaminas del grupo
B, entre las que destacamos la vitamina B1 y la B6, y las del grupo D.
Conviene decir que los alimentos ricos en vitamina B1, son
muy recomendables en períodos de lactancia, después de operaciones o en
convalecencias por enfermedad, ya que es en estas situaciones cuando se produce
un mayor desgaste de esta vitamina.
Además, este alimento posee un alto valor nutricional debido
a la elevada variedad de minerales que posee, tales como fósforo, hierro, zinc
o calcio.
Es precisamente el hierro, quien nos ayuda a prevenir la
osteoporosis protegiendo la pérdida de masa ósea, especialmente durante la
vejez.
En lo referente a las grasas, es de recibo decir que aunque las
contiene, por lo general éstas suelen ser grasas insaturadas (grasas buenas).
Como sabéis, las grasas juegan un papel muy importante en nuestro organismo, ya
que nos aportan energía y constituyen estructuras celulares, además de dar
sabor y olor a los alimentos.
Podríamos decir que el jamón serrano tiene propiedades
similares a las del aceite de oliva.
Pese a todos los beneficios que el jamón serrano proporciona
a nuestra salud, no debemos de olvidar la alta cantidad en sal que contiene.
El sodio, en pequeñas cantidades, juega un papel clave en el
correcto funcionamiento de nuestro organismo, ya que colabora en mantener el
equilibrio entre los ácidos del organismo, ayuda en el proceso de la digestión
y regula la presión sanguínea.
Sin embargo, las personas que sufren de hipertensión, tienen
que tener muy controlado el consumo de sodio o sal, ya que una elevada cantidad
de sal en las comidas, puede provocarles problemas en el corazón e incluso los
riñones, llegando a provocarles graves problemas en el organismo.
Este manjar, tiene una elevada cantidad de proteínas y ácido
oleico. Colabora en la reducción del colesterol “malo”, es un alimento de los
llamados “poco calóricos” (siempre que no te comas el tocino, es decir, la
parta grasa o blanca del mismo), es nutritivo a la vez que ligero y digestivo,
y además está de muerte!
Sin más, me despido de vosotr@s hasta el próximo día
deseándoos una feliz semana.
Ammm, por cierto, se me olvidaba! Ya sabéis: compartid, compartid, compartid…
Un saludo!